Ensayo
Mediterráneos (1997)
Hay gentes, libros y ciudades que no entendemos, pero que nos obligan a visitarlos una y otra vez porque advertimos que esconden algo que buscamos. Estambul, Venecia, Roma, Alejandría, Creta o Valencia son algunos de los hilos que forman el deslumbrante tapiz de esta obra: a la vez rico espacio geográfico, tumultuoso escenario de la historia y fuente de inspiración literaria. Esta colección de textos nos traslada a los paraísos de la infancia y nos devuelve a esa última costa en la que se desvanecen todos los caminos. Con su escritura, Chirbes se confiesa apasionado lector de un volumen literario que firmaron Homero, Virgilio, Heródoto o Ibn Jaldún, y, más recientemente, Kavafis, Graves, Durrell, Camus, Ritsos, Sciaccia, Pla, Brines o Blasco Ibáñez. Todos ellos sintieron la fascinación del inagotable mar, y pusieron la pluma a su servicio. Con este libro, Rafael Chirbes le rinde su particular homenaje.
Fuente: Editorial Anagrama
El novelista perplejo (2002)
Con El novelista perplejo, Rafael Chirbes nos descubre las preocupaciones que cimentan su obra narrativa. Para responder a las acuciantes preguntas de qué escribir y para quién, utiliza a autores como Broch, Proust, Aub, Benjamin, Pilniak, Marsé, Cernuda o Galdós, así como al pintor Francis Bacon, en un esfuerzo por desentrañar los mecanismos del uso ideológico de la producción artística y formar un mosaico sobre las contradicciones de la cultura contemporánea, incluidas la arbitrariedad con que el poder mediático alienta o silencia las corrientes artísticas, o el conjunto de intereses que son capaces de imponer una determinada forma de leer. Un libro cargado de disyuntivas: la literatura como forma de emoción o como imprescindible modo de conocimiento; como actividad privada o como acto público; como movimiento ensimismado o como parte de una historia, mediante el cual el autor actualiza buena parte de las polémicas que han alimentado el debate contemporáneo sobre el sentido del arte.
Fuente: Editorial Anagrama
El viajero sedentario (2004)
En El viajero sedentario el lector está invitado a un largo e intenso viaje a través del mundo. Chirbes empieza su paseo literario en las multitudinarias calles de Pekín y lo cierra en la contemplación de una bella y escéptica estampa mediterránea. De un extremo a otro del recorrido, media una educación sentimental. Proust dijo que las ciudades nunca son como las imaginamos antes de visitarlas. Escribir es salvar la distancia entre la imaginación y la realidad; entre lo que el viajero desea y lo que de verdad se encuentra cuando se abandona a la suerte de calles, plazas y gentes. Los mercados de Cantón, el esplendor del puerto de Hamburgo, mil veces París postal del Sena, música de mariachis en Guadalajara, el brillo deslumbrante de los rascacielos de Hong Kong, el fluir del tiempo en la Plaza Mayor de Salamanca o el desorden de la vida en Milán –por citar sólo algunas de las escalas de este largo viaje-, son escenarios que, a modo de espejos (y de espejismos), devuelven la historia íntima de una ilusión que el paso del tiempo y el conocimiento han ido tejiendo y destejiendo hasta componer una forma de enfrentar la vida.
Fuente: Editorial Anagrama
Por cuenta propia (2010)
En la trastienda del escritor, el futuro se busca en el pasado y el ayer nos descubre las simas del porvenir. Chirbes articula en Por cuenta propia este intenso viaje de ida y vuelta, destacando los autores, las novelas y los asuntos que siempre le han preocupado. Los mundos de Galdós y Cervantes, la herida republicana, las novelas de un joven narrador y los cuadernos de Carmen Martín Gaite, las reflexiones de Raffaele La Capria, y siempre Max Aub, componen un fresco donde imperan el conocimiento y la dialéctica de la sospecha. Por cuenta propia nos brinda la oportunidad de volver a leer como una manera de atrapar el mundo fugitivo que habitamos.
Fuente: Editorial Anagrama
Diarios «A ratos perdidos» I

Poco después del fallecimiento de Rafael Chirbes en 2015 apareció un primer libro póstumo indispensable: la novela Paris-Austerlitz. Ahora, seis años después de su muerte, el lector tiene en las manos sus diarios, que el autor revisó y preparó para su publicación.
Son anotaciones recogidas en diversos cuadernos que cubren el periodo que va desde 1985 hasta 2005, es decir, desde sus inicios como escritor, antes de publicar su primera novela –Mimoun, finalista del Premio Herralde en 1988–, hasta poco antes de su ya inapelable consagración internacional con Crematorio.
Estos diarios son el autorretrato sin máscaras de un ser humano –sus dudas, flaquezas, miedos, enfermedades, enterezas, ambiciones, anhelos– y una sucesión de opiniones y vivencias relacionadas con la política, el sexo, la música, el cine y la literatura; reflexiones sobre lo que Chirbes amaba o detestaba, siempre de forma apasionada. Pero también ofrecen un privilegiado acercamiento a lo que podríamos llamar la cocina del escritor: Chirbes anota sus análisis –lúcidos y contundentes– sobre libros ajenos (entre ellos, unos diarios: los de Musil) y deja constancia de los entresijos de la creación de su propia obra, las dudas, las búsquedas estilísticas, su modo de mirar y retratar la realidad… Y asoman también los peajes de la «vida de escritor», por ejemplo en el relato de un viaje promocional por Alemania en 2004, repleto de anécdotas a veces desoladoras y en otras ocasiones grotescamente disparatadas. Sin duda estos diarios están destinados a convertirse en un clásico del género, y son un documento fundamental para completar el retrato de un escritor imprescindible de la literatura española de finales del siglo XX y principios del XXI.
Como dice Fernando Valls en uno de los prólogos que acompañan esta edición: «Estas páginas están llenas de vida, a menudo descarnada, y de literatura, pues nos abren la puerta de algunos episodios íntimos, pero también nos permiten acceder a su taller de escritura. Podría decirse, por tanto, que recogen la verdad de un hombre que vivió casi siempre, hasta donde pudo cumplirlo, al margen de la mayoría de las convenciones, y la de un narrador que nunca dejó de buscar la manera de presentar la realidad al ritmo de la historia, de la sociedad y de los individuos, sujetos de un tiempo que es todavía el nuestro.»
«Rafael Chirbes es uno de los escritores más influyentes para generaciones futuras» (Marta Sanz).
«Rafael Chirbes es uno de los mejores escritores españoles, uno de los grandes autores europeos de nuestro tiempo» (Florence Noiville, Le Monde).
«Uno de los grandes escritores españoles» (Kirkus Reviews).
«Un gigante de la literatura española» (Lydia Kiesling, The Guardian).
Diarios «A ratos perdidos» II
Segunda entrega de los imprescindibles diarios de Rafael Chirbes, que deslumbran por su lucidez, honestidad y desgarro.
Segundo volumen de los Diarios de Rafael Chirbes, que reúne
diversos cuadernos escritos entre 2005 y 2007. Son los años de la lenta
gestación, llena de dudas que lo llevan incluso a plantearse abandonar
la literatura, de la novela que le supondría la consagración definitiva:
Crematorio.Son también años de incertidumbres personales: del abandono definitivo de su trabajo en la redacción de Sobremesa,
que le da una nueva libertad; de amigos que fallecen; de fugaces
encuentros sexuales, entre el deseo y la decrepitud, porque el cuerpo ya
no es joven; de crecientes desengaños… Pero siguen muy vivos los
entusiasmos de siempre: las películas clásicas, que traen momentos de
felicidad, y las lecturas incansables, sagaces y variopintas: Montaigne,
La Celestina, La Regenta, Baudelaire, los cuentos de Poe, la Suite francesa
de Némirovsky, los diarios de Jünger, Ellroy… Y también los viajes a
varias ciudades: Nueva York, Berlín, París, Barcelona… Siempre en
guardia, siempre implacable consigo mismo y con los demás –hay aquí, por
ejemplo, un severo retrato de Juan Goytisolo, con el que se reencuentra
en Berlín–, siempre escabulléndose de los cenáculos literarios, de los
lugares comunes y de la banalidad, expresa opiniones contundentes contra
lo que llama despectivamente «literatura de alta expresión», cargada de
guiños y referentes literarios, y contra no pocos escritores actuales, a
los que lee con displicencia y a veces con indignación.Sin embargo, el Chirbes demoledor en
sus juicios se complementa con el irónico desencantado capaz de entender
las debilidades humanas, y con el escritor lleno de dudas sobre su
tarea literaria: «Escribir no cura, no alivia, no saca de esa niebla, de
esa rebaba que es la vida. (…) Un escritor. No el que se pasa la vida
entre palabras, sino el que se pasa la vida buscando atrapar algo que
está a la vez dentro y fuera de él y solo se deja atrapar mediante
palabras: no, no es exacto, las palabras no lo atrapan, sino que lo
revelan.»