Biografía de Rafael Chirbes

Destellos de una vida

 

Rafael Chirbes nace en Tavernes de la Valldigna en verano de 1949 y muere, también en verano y muy cerca del lugar donde nació, en 2015. El conjunto de su obra narrativa y crítica recoge algunos fragmentos de la biografía del autor; fragmentos que se convierten, en no pocas ocasiones, en destellos de una vida que corre pareja a la Historia que le ha tocado transitar. De algunos de los episodios que marcaron su infancia y primera juventud (la temprana muerte de su padre, la aspereza del paso por la escuela franquista, la experiencia universitaria durante los últimos años de la dictadura) y ya su etapa adulta (la militancia política y el compromiso intelectual, las estancias en París y Fez) se nutre la particular visión del mundo que nos legan sus novelas y sus textos críticos.

 

Chirbes, gourmet

 

Tras ejercer de profesor de literatura española en Fez (Marruecos) a principios de los años ochenta, Rafael Chirbes inició su dilatada y reconocida carrera como crítico gastronómico. En 1984 nacía Sobremesa, una publicación pionera en España dedicada exclusivamente al vino y la gastronomía. En su origen, Sobremesa no se trataba de una revista gastronómica al uso; tanto su tono como su particular tratamiento de las cuestiones culinarias era de enorme originalidad en la época. Era en ese mismo momento, en la década de los ochenta, cuando se consolidaba en España la gran etapa del periodismo gastronómico que generó gourmets literarios de la talla de Manuel Vázquez Montalbán, Josep Pla o Álvaro Cunqueiro. En este contexto, Rafael Chirbes fue uno de los primeros directores de Sobremesa y, como tal, su labor crítica fue determinante en el proceso de consolidación de la llamada nueva cocina española.

 

Los viajes

 

Su trabajo en Sobremesa le permitió viajar por todo mundo para escribir, no solamente sobre gastronomía, sino también sobre la relación entre la comida y las ciudades. Fruto de esta etapa de su vida son los múltiples reportajes y críticas que el autor fue publicando a lo largo de más de dos décadas en diferentes medios escritos y que posteriormente la editorial Anagrama reunió en dos volúmenes, respectivamente titulados Mediterráneos (1997) y El viajero sedentario (2004). Sin embargo, más allá de la crítica específica (y realizada, generalmente, por encargo), el gusto por la gastronomía y el saber cosmopolita de Rafael Chirbes impregnan también todas y cada una de sus novelas. Gastronomía y cultura constituyen un binomio fundamental en la poética del autor.

 

El novelista perplejo

 

Las reflexiones acerca de la propia escritura son también una constante en los textos ensayísticos del autor. Algunas de las piezas de crítica literaria pueden encontrarse en los volúmenes El novelista perplejo (2002) y Por cuenta propia (2010). En cuanto a su producción narrativa, resulta significativo el hecho de que no sea hasta el año 2007 (tras ganar su primer Premio de la Crítica con Crematorio) cuando su obra empiece a leerse y a estudiarse en España con mayor intensidad y atención. La publicación de su primera novela, Mimoun (1988), no llega hasta finales de los años ochenta, cuando el autor tiene ya más de cuarenta años. Ya en la década de los noventa, publicó  En la lucha final (1991), Los disparos del cazador (1992), La buena letra (1994) y La larga marcha (1996). Ciertamente, la naturaleza punzante y profundamente crítica de su escritura es inusual en el panorama de la narrativa de las décadas de los ochenta y los noventa, y no hizo de Rafael Chirbes una figura fácilmente digerible para el mercado editorial del primer periodo democrático. La incomodidad de las trayectorias vitales de sus personajes, la elección nada inocente de las tramas de sus relatos y la constante llamada de atención sobre el peso del pasado sobre el presente, hacen de sus textos narrativos un incómodo espejo en el que mirarse colectivamente. En estos primeros textos, el autor disecciona el presente desde el revés de las lecturas celebratorias del llamado milagro económico español. Al paradigma del éxito económico, tan característico del relato de la época, Rafael Chirbes contrapone el relato de un presente marcado por la especulación y el enriquecimiento voraz, a partir de las ruinas y la acumulación de derrotas que tan potente maquinaria va dejando en los márgenes de la Historia. No es casualidad, por tanto, que sea ya en los 2000, con La caída de Madrid (2000), Los viejos amigos (2003) primero y con Crematorio (2007) y En la orilla (2013) después, cuando asistamos a la culminación de la obra narrativa de Rafael Chirbes. Es precisamente en el escenario de la crisis y la post-crisis en España cuando Chirbes se convertirá en el autor de referencia y de lectura imprescindible.

 

La memoria incómoda

 

La memoria del pasado y su estrecho vínculo con el presente y la preocupación acerca del territorio son dos de las claves temáticas que singularizan la obra del autor valenciano y  hacen de él una pieza fundamental en la producción literaria contemporánea. La práctica totalidad de la producción narrativa de Rafael Chirbes puede ser leída como una memoria literaria de la derrota; como una poética de las ruinas de la historia en el sentido que le daba Walter Benjamin. En el marco de esta poética, los relatos sobre la Guerra Civil, la posguerra y la Transición, primero, y la llegada de la democracia, con los años de bonanza económica primero y la crisis después, se llegarán a fundir entre sí para ofrecer la memoria incómoda de las últimas ocho décadas de la historia de España.

 

Territorio, crematorio: relato de un paisaje en ruinas

 

Chirbes sobrevuela, sucesivamente, los paisajes de la costa de Levante y va construyendo, en novelas como La buena letra, Crematorio o En la orilla, un relato acerca de los precedentes históricos de la especulación inmobiliaria y sus perniciosos efectos sobre el territorio y sus gentes. En la profunda transformación de los paisajes que habitan o transitan los personajes creados por el autor, se condensan muchas de las preocupaciones centrales en el universo ético de su obra. Chirbes se sirve, de este modo, del territorio para simbolizar el proceso histórico de transformación de una sociedad cegada por un enriquecimiento apresurado y una modernidad sobrevenida, que únicamente parece despertar de su letargo cuando la precariedad desdibuja el espejismo del esplendor económico. Para entonces, la imagen del territorio ha sido drásticamente modificada, y el paisaje que la memoria del autor conserva se ha convertido en  la imagen de un territorio saqueado por la fiebre de la construcción.

En enero de 2016 era publicada póstumamente la última novela de Rafael Chirbes, París-Austerlitz. Se trataba de un texto en el que el autor había estado trabajando durante más de veinte años de forma intermitente y que dejó acabada y lista para la imprenta pocos meses antes de su muerte. Con la publicación de esta última novela de carácter evocador y (como tantos pasajes de sus textos) hasta cierto punto autobiográfico, Rafael Chirbes cerraba el círculo que había abierto casi treinta años antes con Mimoun, y nos legaba el último de esos destellos de una vida.

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